14 de abril de 2009

Me pillas en China (y tres)

Nos preguntábamos ayer después de tanto rollo oriental que a dónde nos llevaba todo esto. Y me respondía que, por supuesto, al terruño, pues ¿a dónde si no?

A que no existe literatura española que me encaje en esto de ‘descubramos China a nuestra manera y presentémosla con originalidad, fuerza, carácter, lo que sea que tenga vida propia’. O por lo menos, yo no lo conozco. Algún libro de viajes al estilo de Manu Leguineche, pero siempre me pareció de otra época y no conseguía encajar en su espíritu aventurero bien narrado pero un tanto suficiente. Hace meses tuve sin embargo conocimiento de un libro que enseguida compré y me leí, Los mares de Wang (Gabi Martínez).


Hong Kong: mar

Martínez es un excelente escritor, dinámico y altamente documentado (y bien guapo, por cierto), capaz de desentrañar parte del alma de la contradictoria China actual, aunque… Veamos, el libro narra un viaje para descubrir/describir las zonas chinas más desarrolladas, que son las costeras, y sin embargo se encuentra con que las relaciones con Wang, el joven chino del interior que Martínez contrata como traductor y que desconoce tanto esa China raramente supradesarrollada como el lejano Occidente, son su mayor conflicto.

A Martínez le aprecio un esfuerzo investigador/documental, y un estupendo análisis sociológico e histórico, además de los lugares descubiertos (insospechados y sorprendentes, tal y como sucede siempre en China), pero su relación con Wang da idea del fracaso al conocer a los chinos y, en general, el de una experiencia, aunque el libro sea un interesante reflejo de cómo el triunfo occidental se asombra del despertar del dragón que en gran parte ha alentado y dado de comer. Martínez parece viajar por China con ojos muy abiertos, pero con escaso sentido del humor (o con mucho orgullo, o una combinación de ambos sentimientos). Pareciera que su observación de la astracanada sociológica no es consciente de que sus protagonistas, los chinos de carne y hueso, la conocen, y que conocen su contradicción, pero que la línea entre subrayar el detalle y la ofensa es sutil si se hace sin humor y sin reírse también de lo que supone que un hombre blanco viaje a China en las condiciones del autor. Supongo que como en todas partes, en China se sobrevive sólo con sentido del humor. Pero lo sorprendente es el humor que atesoran ellos mismos, algo que Gabi Martínez apenas consigue rascar a pesar de ser un analista profundamente racional. O tal vez por eso.

Más allá, el libro opta por perder la concentración en lo viajado para ramificarse por detalles que no le ayudan a centrar su efecto en el lector: sus cuitas con la website en que narra los episodios de su viaje, su retorno a España en medio del relato, sus reuniones con inmigrantes españoles en China… Son detalles humanos que lo acercan más a un libro de experiencias personales, una literatura excelente de blog (por así decir), pero que al no ser profundo en su introspección personal hace que pese más la personalidad del autor que el objeto del libro. Y eso es una pena, aunque para nada invalida la propuesta que, sinceramente, recomiendo mucho leer porque, al menos yo, he aprendido bastante. Y no me considero especialmente exigente, pero consideren que nunca hablaré aquí de libros que no merezcan la pena. ¡O eso espero!


2 comentarios:

  1. Para tener la perspectiva del terruño hay una crónica "in progress" que, a juzgar por las galeradas, va camino de la POM a paso firme...

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  2. De esa obra, Jonathan, y de la necesidad de que su autor la vaya publicando ya hablé en la primera entrada de esta serie!!

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