15 de agosto de 2009

El profesor en la trinchera

¡¡No es justo!!

Supongo que por egoísmo, o por saber que no voy a ser padre, o porque, otros temas, simplemente, me han gustado más o parecido más interesantes, nunca he puesto demasiado interés en las cuestiones educativas. Aunque como ciudadano sea consciente de las situaciones que pasan profesores, alumnos y padres dentro de nuestra sociedad cambiante a la que los gobiernos han regalado también muy cambiantes leyes educativas.

¿Por qué me duelen los ojos?

Sin embargo, el hecho de que un amigo muy querido sea profesor de adolescentes en un centro escolar en un entorno algo difícil me ha llevado a conocer algunas situaciones tan estrambóticas (alumnos que utilizan Fotolog para acosar a otros alumnos, alumnos que insultan a sus profesores por Facebook, hijos de traficantes que hacen trapicheos en la escuela, amenazas públicas de palizas que hacen intervenir a la Ertzaintza, etc…) que cuando supe de la publicación de este libro de título tan denotativo como aparentemente real, no pude sino agenciármelo.

Un gran poder supone una gran responsabilidad

El profesor en la trinchera, obra de José Sánchez Tortosa, utiliza buscadamente referentes de la cultura audiovisual actual para exponer sus tesis y describir la situación en la aulas. Es decir, referentes que entenderían los que son el objeto central de la situación, los alumnos: Matrix, Los Simpson, Spiderman… Claro que el autor es profesor de Filosofía y muestra los clásicos de donde proceden estas obras y su aplicación en la educación, con preferencia por la caverna platónica y su cariz gnoseológico: el aprendizaje es recuerdo y el alumno es un esclavo que sólo ve sombras del mundo real y al que hay que liberar porque para él es más fácil seguir siendo un esclavo tranquilo y hacer caso de su naturaleza más primaria (ver sombras, o comportarse como un energúmeno, si se prefiere). Vencer esa resistencia es lo que convierte a la educación en una ‘guerra’.

Multiplícate por cero

El libro describe cómo anda esta ‘guerra’ en la actualidad: muy malamente, porque los alumnos tienen acorralados a los profesores y secuestrado el juicio de los padres, sin que las autoridades educativas sean capaces de romper este cerco (e incluso a veces parece que lo alimenten). Una situación que posiblemente es dada al derrotismo, y que el autor presenta con todas sus dificultades y fracasos, no por ello perdiendo ni el humor ni la lucidez ante las complejidades que un proceso como la educación objetivamente supone.

Aunque el libro no tiene un destinatario único claro, parece improbable que los alumnos puedan serlo. A los profesores posiblemente les guste el enfoque, pues seguramente les retroalimente su visión propia tratada con justicia exquisita. Para los padres, no obstante, debiera ser un libro muy útil. Para los legos en la materia como yo… he disfrutado con la aplicación sencilla de modelos filosóficas a una situación social directa, y con el hecho de haber sido capaz de ‘recordar’ (aprender, claro) los viejos mitos platónicos. Que los mitos modernos desciendan de ellos no es sorpresa, y que un filósofo utilice su saber en empresa literaria práctica y educativa no es novedad. Pero no por ello esta obra pierde interés o su ejecución es banal.

12 de agosto de 2009

Placeres de lenguaje nuevo

He leído Drown (traducido al castellano como Los Boys) después de admirar el gran éxito que ha sido La maravillosa vida breve de Oscar Wao, ambos libros obra de Junot Díaz; Drown es un libro de relatos que adelanta varios de los espacios que conforman Wao, novela que se publicara diez años después que Drown.

Wao es una saga familiar que sucede entre Nueva Jersey y la República Dominicana. Cuenta cómo la desgracia (el fukú, una maldición omnívora que destroza a la República Dominicana, a sus habitantes y a sus descendientes) se ceba con una familia. Wao novela es una gloria en muchos aspectos, que apetece analizar:
Lengua
Aunque me informan de que su traducción es admirable, me parece que en verdad esta novela traducida tiene que ser otra obra. Lo más destacado de Wao es posiblemente que por muchos premios de la literatura norteamericana que reciba, no es un texto escrito en inglés, sino en un spanglish desatado. O al menos me resulta desatado porque la mezcla de lenguajes adquiere un humor e ironías imagino que poco alcanzables para quien no domine los dos idiomas de partida. En cierto modo, esta nueva realidad es inquietante, porque me hace preguntarme si acaso este nuevo idioma está abocado a producirnos risas de reconocimiento en la mixtura cultural, o si es una impresión por la potencia casi pionera de Wao. Casi parece difícil imaginar una obra distinta escrita en esta misma lengua.

Ambiente
Wao se desarrolla en los dos espacios vitales del autor, la República Dominicana y los Estados Unidos, más concretamente Nueva Jersey, donde la familia emigró huyendo de la maldición. Junot Díaz juega admirablemente con los tópicos dominicanos (sus machos seductores, la nigromancia/santería y las maldiciones eternas, o los crímenes de la mafia trujillista –Rafael Leónidas Trujillo acaso sea el patriarca sudamericano que por carácter, por lo surreal de su familia y por la acumulación de barbaridades y derechos de pernada variopintos, más literatura ha inspirado-). Díaz dibuja los avatares de sus personajes en una sociedad llevada por el fatalismo a una infancia eterna y controlada. Pero, es importante decirlo, esto no tiene tono de drama, sino de comedia negra que roza el costumbrismo y a veces el realismo mágico. Más cerca de Fellini que de Coetzee, para entendernos.

Personaje
A ese humor contribuye al diseño de su magnífico protagonista, Oscar Wao. Este ilustre pagafantas, este incalificable friqui devorador de cómics y futuro Tolkien caribeño en potencia, que no se jama un rosco en una sociedad donde se es macho o no se es, invade de ternura patética y de valor inmenso las páginas de la novela. Él permite el uso de referentes de la subcultura pop en la narración, en un aparente desenfado que va más allá del homenaje, agilizando el acercamiento al personaje (y el intento de éste de acercarse a la realidad) por parte también de un público que ya acepta estas referencias en este formato, ya que conoce tanto a Lee o Kirby como a Proust y Vargas Llosa, fácilmente confundibles en esta novela que es fronteriza también entre las vanidosamente autoproclamadas culturas alta y underground.
Drown / Los Boys no deja de ser un anticipo sabroso. Es un libro de relatos ambientados bien en la República Dominicana, bien en Nueva Jersey, y que en cada parte tienen cierta hilazón. En la República Dominicana seguimos diferentes vicisitudes de dos hermanos (uno de ellos se llama Yunior, como el narrador de Wao), cuyo padre ausente está en Nueva Jersey. Sin embargo, en los relatos ambientados en Estados Unidos el protagonista parece ser un camello postadolescente (¿el mismo Yunior?) en un entorno yanqui degradado. El relato final (el más logrado para mi gusto) se reserva para el padre de ambos hermanos, que se marchó al norte para trabajar y hacer dinero y llevarse a la familia de la isla y que acabo siendo bígamo. Aunque en la lectura me pesó mucho la sombra de Wao (demasiado inmensa como para colmar expectaivas), se adivina una mayor ternura en el retrato infantil, no desprovista de las crueldades de los niños pero sin el determinismo de una maldición oscura sobre ellos y su futuro. Los episodios adultos encierran alguna joya muy divertida (con posible homenaje a Cortázar), pero también una poética del desencanto tomado con la filosofía del fracasado.