25 de febrero de 2010

Esta soy yo cuando tenía 10 años

Me queda seguramente muy poco que aportar a lo que ya se ha dicho en foros que leen antes (mucho antes) que yo sobre Persépolis, una de las cumbres del cómic autobiográfico.

He llegado tan tarde a Persépolis que no sólo vi su adaptación cinematográfica antes, sino que encima leí una edición en tamaño bolsillo y en inglés, comprada en un aeropuerto de la aldea global. En su día consideré la película un trabajo muy bueno, que aparentemente recogía bien la estética gráfica (blanco y negro, contrastes cara/ropa, habilidad en el dibujo de masas) y la dramática del cómic (incluida la estructura episódica), aunque no puede esperarse otra cosa dado que la autora del cómic, Marjane Satrapi, es codirectora del film. Era sorprendente su sentido del humor al describir situaciones dramáticas sin por ello caer en la astracanada o la exageración. De todos modos, los lectores anteriores del cómic no parecen poder evitar que sus expectativas no se cumplan bien, y sin embargo son aquellos críticos que no han leído el libro los que disfrutan más la película; fíjense si ha pasado tiempo: Boyero aún escribía en El Mundo)

Leído el cómic lo entiendo, y veo claros los parabienes que hacen de él un libro magnífico, y eso siempre acaba suponiendo frustración en quien lo conoce al afrontar su adaptación. Persépolis, la historia de una niña iraní nacida bajo el régimen del Sha en una familia progresista de la oposición, que se ve obligada después a vivir la revolución islamista, la dictadura de los ayatollahs, la guerra con Irak, el exilio a Europa y el retorno a su país, no es sólo una crónica personal de crecimiento y descubrimiento llevada con lucidez y ternura, ni se queda simplemente en una denuncia sociopolítica de una cadena de sistemas políticos lamentables, sino que es sobre todo una ‘aventura’ excelentemente narrada, con personajes estupendamente definidos y diseñados, secundarios dosificados excelentemente alrededor de la niña y adolescente protagonista, y con soluciones narrativas que muestran con perfecta ejecución de sus dosis de rabia, realismo y (sin embargo) contención, cómo son los efectos de una guerra sobre la población civil, o cómo es la vida de un inmigrante en Europa.
La familia de Persépolis atiende a la revolución en casa, vía El Norte de Castilla
Leyendo Persépolis me notaba peculiarmente sereno. Conocer cómo terminaría la historia, descubrir aquellos elementos que no están en el libro y sí en la película no dejaron de influirme sobre mi visión de los personajes más justos que tiene (la abuela y el padre de Marjane). Su madurez y serenidad vitales, su convencimiento de la bondad de la lucha por las causas justas, su esfuerzo por dejar un mundo más ecuánime en las peores circuntancias… Perdonen ustedes tanta ñoñería, pues el cómic no lo es, pero la historia no me indignaba en realidad por la confianza extrema en los valores de la familia de Marjane, y porque pensaba que por grandes que fueran los contratiempos, no era posible que su pensamiento no sobreviviera y se reflejara en la propia Marjane. Parte de esa serenidad se rompía en la película (de idéntica estética, codirigida por Vincent Parannaud, también autor de cómics) con el uso obvio del sonido, la música y los diálogos… Parece muy obvio, una película tiene estas cosas a pesar de tener imágenes muy parecidas y una narración que se asemeja mucho a la de una novela gráfica. Sin embargo, Persépolis la película es más ligera y divertida que el cómic gracias a que los diálogos tienen mayor relevancia al ser escuchados con una voz que les inyecta drama, ironía, o sutileza (dado el caso). ¿Puede eso frivolizar el drama de fondo? ¿O resulta inevitable que suceda? Un efecto más extraño me sucede con el uso de las canciones que se mencionan en el cómic, que Marjane escucha, algo que inevitablemente debemos pensar que es un ‘recurso’ adecuado a usar en la película. Pero no es lo mismo que Marjane escuche Eye of the Tiger en el tranquilo silencio de la página que en un sistema dolby a volumen completo.
Punk is not ded, vía Juan Pablo Andrade
No sé si esta emoción se repite en otros lectores del cómic y espectadores de la película. Pero, francamente, esto me ha dado por pensar en las tecnologías que avanzan hoy tanto, y por si en un futuro será inevitable leer cosas como Persépolis en un ebook o un iPad que incorporen directamente la música que se menciona mediante una descarga, o un streaming. No sé si la opción me agrada.
Marjane Satrapi, vía thinkspire



2 comentarios:

  1. A mí me pasó lo mismo. Yo vi primero la película y me dije ¿A qué tanto alboroto con este cómic? Luego me lo leí y...lo entendí :)
    Creo que la película es más ligera, no sólo porque lo que comentas de las voces o porque, inevitablemente, ha de omitir ciertos capítulos de la vida de Marjane para poder contar la historia entera. Es indudablemente más "ligera" porque conscientemente omite partes un tanto controvertidas. Aún así, dado que la propia Satrapi supervisó su rodaje y llevó a cabo un seguimiento exhaustivo, creo que el resultado no es demasiado malo. Es más, la escena que abre la película (en el aeropuerto) no aparece en el cómic, y creo que esos 2 mins resumen muy bien los 2 temas de la película: su identidad en la encrucijada de dos culturas y su papel como mujer.
    Un placer leerte!

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  2. Satrapi de hecho codirigió la película, y lo hizo con Winshluss. He leído hace poco su pinocchio y me ha resultado fascinante. Y sería posiblemente muy interesante saber cómo demonios han compaginado su actividad como codirectores. Pinocchio revela muchísima personalidad e ideas sobre la narración gráfica como para que sea fácilmente amoldable a otra imagino que fuerte personalidad como la de Satrapi. Aunque también puede ser que winshluss conociera mejor el medio y su ayuda fuese principalmente esa.
    Muchas gracias por comentar. El placer es mutuo!

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