25 de junio de 2011

Ha llegado la hora de echar a volar


El arte de volar es una novela (bio)gráfica que narra la vida de Antonio Altarriba, nacido en 1910, y padre del autor del guión, el novelista, ensayista y guionista de cómics que se llama igual que su padre. Como historia del siglo XX español, la Guerra Civil y sus consecuencias llenan una parte muy importante de la historia, pero el libro narra la vida completa de este hombre, desde el pueblo aragonés de Peñaflor donde nació y pasó su infancia, a la residencia en que acabó sus días suicidándose a los 90 años de edad al tirarse desde el cuarto piso del edificio. Este suicidio, este ‘salto’, se narra en las primeras páginas y da sentido al título del cómic, con mucha ironía negra: fue una forma de ejecutar un vuelo, sinónimo de libertad, la de los pájaros o los aviones que el protagonista admiraba, y cuyo arte le costó 90 años de aprendizaje.








Estamos en terrenos difíciles, lo admito, y por ello admiro este libro. Además de la obvia referencia que cualquier amante del cómic vería en las coincidencias con Maus, el clásico de Art Spiegelman, aparecen en el argumento la Guerra Civil española y sus demonios, y frente al cambio del canon de la corrección, que hoy en día dice que hay que ver los dos puntos de vista o que los dos bandos cometieron barbaridades, este libro opta por presentar con dignidad la memoria de una derrota vital completa, distanciándose del sentido de la lucha sin fin que se asocia a la mitología del bando vencido, y por supuesto de la algarada del vencedor. No es sólo la derrota de la Guerra Civil, la de las personas que combatieron con el bando republicano y sufrieron el exilio o la humillación de volver a una España regida por el bando contrario, sino que el protagonista vive la derrota de manera personal desde el duro entorno pobre y rural en que nace y crece, y, después de la postguerra, en su renuncia a sus ideales (que ya ve inaplicables) a favor de intentar hacer dinero como empresario en la España de Franco. Tampoco eso le sale ni bien ni honesto, acaba arruinando su matrimonio con una mujer demasiado tradicional, y su vida final en una residencia resulta ser la de una nueva dictadura. Salvo momentos puntuales de paz, unos compromisos de solidaridad a través de pactos de sangre con sus camaradas de la Guerra o su hijo, y una pizca de sexo y felicidad escasos, El arte de volar es un retrato honesto de un hombre sincero y por ello desgarrado al repasar su vida.


El protagonista quema las supuestas zapatillas de Durruti antes de volver a España; no capté el sentido de la viñeta anterior de las zapatillas hasta una segunda lectura


Altarriba (padre) forma parte de una generación marcada por acontecimientos terribles que se caracterizaron por la obligación de la pertenencia a un grupo. Ahora bien, El arte de volar no es un retrato generacional, sino la vida de un hombre que interiorizó sus experiencias de una manera personal. Parte de su derrota íntima es observar cómo otros a su alrededor se adaptaron mejor, perdiendo sus ideales o traicionándolos completamente.

Altarriba (hijo) es el obvio promotor de este libro, cuyo guión ha escrito, y que está marcado por su propia vida familiar, el peso del recuerdo de la figura paterna, y su identificación con ella. El dibujante es Kim, conocido sobre todo por las historietas de Martínez el facha en la revista El jueves, que aquí se pliega a un guión de tono distinto al que le reconoce el público, y realiza un trabajo en blanco y negro realista, documentado y costumbrista por partes, con espléndida atención tanto por objetos importantes de la trama como por los rostros, y de un intenso dramatismo que usa también elementos oníricos con eficacia. La planificación de la historia está llena de emociones visuales muy logradas. Parece además que Kim empezó a dibujar sin conocer la historia completa (¡y es su primera novela gráfica!), lo que considerando la estructura de un libro que describe una vida entera bajo el leit motiv principal de la idea utópica del vuelo como forma de liberación, convierte a esta tarea en cuando menos algo complicado.

Kim, vía Público




Un libro estupendo y muy recomendable, que resulta adictivo desde su inicio, de ritmo espléndido, que maneja muy bien la identificación con el protagonista, que forma parte de esa edad adulta del cómic español que tanto se comenta, y que fue Premio Nacional del Cómic, aunque haya a quienes les moleste que exista esta categoría.

Antonio Altarriba, en la foto su web

9 de junio de 2011

¿Por qué reseñar?



Durante al menos 33 años, Wislawa Szymborska escribió periódicamente columnas literarias en varios medios polacos (de revistas literarias a diarios informativos). En ese periodo le dio tiempo a ganar un Nobel, escribir poesía, ser múltiplemente homenajeada y reconocida, sobrevivir al socialismo real soviético y hasta al gobierno de los gemelos polacos. 33 años muestran perseverancia admirable en un modelo de trabajo.
 
Su columna se titulaba Lecturas no obligatorias, el mismo título con que se ha publicado el volumen en que se recogen varias de estas reseñas (editorial Alfabia, otra pequeña casa de ideas claras y política directa). Quienes conozcan la maravillosa, espléndida e inigualable obra poética de Szymborska sabrán ya de su mirada sobre la realidad, que va de la ingenuidad y la ironía lúcidas, pasando por la humildad de los sabios, a la ternura no exenta de asombro ante el mundo, sus maravillas y sus males. Todo ello, para mi gozo, está presente en estas reseñas, centradas casi todas en libros de no-ficción (y hay de todo: biografías, ensayo, autoayuda, ciencia, moda, historia, y hasta un almanaque) en las que Szymborska toma un libro o su tema para divagar sobre lo que le haya podido inspirar a ella, dando un peculiar e intenso matiz humorístico a su visión del autor/libro/tema. A mí, que he disfrutado como un enano, me asalta la pregunta de si sus lectores veían útiles –como consejos de lectura- estas crónicas tan literarias sobre libros de apariencia vulgar, y, aunque las disfrutaran, no estoy seguro. Otro factor paralelo es la interesante superación de la censura del régimen comunista mediante la ironía elegante en los momentos en que salta a la vista el contraste con Occidente, como en el impagable análisis de la historia de la moda según el socialismo real. ¿Y por qué no reseña ficción, u obra narrativa en general? Aunque algo hay (nada menos que una reseña del Poema del Mío Cid, por ejemplo), Szymborska razona que los libros prácticos o ‘útiles’ son los más vendidos y por tanto los que más atención crítica debieran merecer. Tal vez me excedo, pero veo ironía literaria y sociopolítica en este juicio aparentemente banal.

Es por otro lado divertido descubrir la palabra ‘Prosas’ en la portada de este volumen. Para mí, las palabras ‘Poesía’ o ‘Poemas’ casi siempre presentes en la portada de los poemarios tienen un matiz de advertencia y no de claridad, al menos en este país, donde no es frecuente ver en la portada de las novelas la palabra precisamente ‘Novela’. ¡Que nadie se engañe! ¡Vendemos versos! ¡Horteradas de rimas imposibles en ripios indescifrables! Me recuerda a los cines en que te advierten al comprar tu entrada que vas a ver una película en versión original. Este ‘Prosas’ en un libro de Szymborska puede ser un cebo para los no lectores de poesía. Bueno, si es así, bienvenido sea, sobre todo si lleva a esos lectores escépticos a acercarse a la obra poética de la escritora polaca. Aunque soy lector esporádico de poesía (y es que no acabo de dar con quien compartir estas lecturas sin sentirme algo ridículo, en una perversión del concepto del ‘placer culpable’), Szymborska ha sido para mí lectura primordial en los últimos años. Su último libro publicado (a los 86 años) es Aquí, una breve colección de apenas 19 poemas, llenos de hallazgos visuales y literarios, aunque el resultado sea tal vez menos brillante que en Instante, su libro de 2004. Szymborska es una abnegada analista de lo humano, que se enfrenta con sencillez meridiana a la rutina irónica del mundo, si bien esa mirada aparentemente serena no oculta una carga crítica. Pero Szymborska no se crispa, aunque su postura tampoco sea resignada. ¿Un estoicismo que lucha con las armas a su alcance? Puede.



Es realmente una pena que no sea una lectura más conocida. A mí me resulta muy edificante, por sus metáforas por contraste, y por el optimismo íntimo ante los avatares humanos que creo adivinar en sus palabras. Les dejo con dos ejemplos breves, donde naturaleza y arte son vistos como motivos últimos de esperanza ante la incomprensible hostilidad exterior.

EJEMPLO
La tormenta
arrancó anoche todas las hojas del árbol
menos una de ellas,
dejada
para que se columpiara sola en la rama desnuda.

En este ejemplo,
la Violencia demuestra
que sí,
que en ocasiones le gusta bromear.

VERMEER
Mientras esa mujer del Rijksmuseum
con esa calma y concentración pintadas
siga vertiendo día tras día
leche de la jarra al cuenco
no merecerá el Mundo
el fin del mundo.


Wislawa Szymborska, vía bartlebyeditores.