27 de octubre de 2013

Caramablú


Existe (y si Enrique Vila-Matas no ha escrito sobre ello debería) una cadena de libros que llevan a libros, y a esta completa bizarría llamada El oro de Caramablú me trajo ¿Somos como moros en la niebla?, elensayo gigantesco de Joseba Sarrionanindía, que lo cita y comenta.

Johannes Urzidil (imagino que uno de los pocos escritores internacionales sin entrada en castellano en Wikipedia, pero sí en euskera) es un escritor checo miembro del Círculo de Praga que, como Kafka, escribía en su lengua natal, el alemán, en un país con otra lengua mayoritaria. El Caramablú de su libro es el País Vasco, tratado como una entidad general no sólo geográfica o física, y el oro del título es un tesoro a preservar, que está oculto en una cueva en que nadie entra y protegido por un gigante nonagenario, es su lenguaje, el euskera. Urzidil pasó brevemente en los años 20 del siglo pasado por el País Vasco Francés y su fascinación e identificación de país de lengua minoritaria debió ser suficiente para dejar escrita esta fantasía mítica de una extrañamente admirada Euskalerria, ambientada en un Iparralde desde el que se oyen, probablemente en 1937, caer las bombas al otro lado de la frontera.

Caramablú, as we know it (vía)

El oro de Caramablú se estructura en pequeños capítulos de 2 a 4 hojas. Cuenta la historia de un pueblo, Caramablú, cuyo alcalde viudo (Guypogaray) maneja los hilos políticos y económicos, pero cuya hija adolescente (Andre) le da problemas. Todos los años, en Caramablú, se celebra una romería en las que los labriegos y campesinos suben a la montaña y desafían al gigante Ibargo a bajar a la cueva donde reluce el oro de Caramablú. Sin embargo, nadie lo hace, y la leyenda se sella y el rito se repite. La descripción somera de la vida en el pueblo y las salidas a Guethary, la decadencia paralela de Ibargo y del poder de Guypogaray, y varias leyendas breves van conformando las historias elegíacas de un libro de amor incondicional a una cultura suya singularidad entre gigantes enamora a Urzidil.

Urzidil no esboza una lectura política clara en sí, porque deja a Caramablú en una esfera mítica, cuyas leyes no parecen de la tirra, y en la que las escasas nociones negativas sobre el poder de Guypogaray o la rebeldía juvenil no suponen despertar de conciencia, sino más bien regresar al ciclo de la vida. No obstante, esta lectura mítica tendría más seguidores de ser un texto más conocido (tal vez el extraño nombre del título, Caramablú, juegue en contra de una mayor extensión popular en el País Vasco), a pesar de ser un delicioso disparate anacrónico también en términos sociopolíticos, que tiene un encanto ingenuo pero que no destaca literariamente (desarrollo abrupto de tramas, personajes monolíticos, cierto aire paternalista). Su punto más interesante, en el fondo, es su autor. El texto podría ser perfectamente obra de un autor vasco, un libro del aire de los de Luis de Castresana, por ejemplo. Pero en cambio, lo escribe un bohemio que usando referencias locales y mitos primitivos consigue radiografiar la mirada sentimental de una cultura olvidada y perseguida. ¿Será así con todas? ¿En esta especificidad consiste la universalidad de la propuesta, e incluso el método para llegar a ella?

Johannes Urzidil (vía)


11 de octubre de 2013

La elasticidad de los actos

Creemos estúpidamente que, por alguna razón, un acto criminal debe ser más premeditado y deliberado que un acto inocuo. En realidad, no hay diferencia. Los actos poseen una elasticidad de la que los juicios éticos carecen.


Gomorra puede ser uno de esos escasos ejemplos modélicos de adaptación cinematográfica de novela que rara vez aparecen, cuando ambos son excelentes individualmente y sin embargo no se anulan sino que complementan, entendiendo sus propios lenguajes y capacidades. Las historias de Gomorra, la película de Matteo Garrone, están en el libro: los muchachos abducidos por la imagen de los mafiosos italoamericanos en las películas de Hollywood, el modisto que diseñó para una marca de alta moda italiana la ropa de Angelina Jolie en la gala de los Óscar y el taller ilegal donde se patronó, los residuos peligrosos que están enterrados por todo el sur de Italia… Garrone dramatizaba y ficcionaba los capítulos que para el perseguido Roberto Saviano adquieren en el libro un carácter más periodístico, a veces más reportaje, a veces más crónica personal, hijo en parte del nuevo periodismo pero con secciones aparentemente novelizadas. Saviano conoce la Camorra por haber nacido en uno de los barrios de cuyos ragazzi se nutre, en los alrededores de Nápoles, por haberse infiltrado en ella en busca de información, y por haber accedido a la documentación sobre la organización (aunque para esto baste con leer prensa, denuncias y sentencias con los ojos abiertos y pensamiento crítico).

Gomorra, la película, ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes, y los principales premios del cine europeo en 2008 (vía)

La osadía de Saviano consistió en decir nombres reales, describir hechos conocidos, y desenmascarar procedimientos que nadie cuenta aunque todo el mundo sepa. Eso no basta para la obra literaria, claro. El punto de vista lúcido se observa en frases como la que encabeza este comentario, que están presentes en el libro de manera continua sin que este resulte discursivo ni sentencioso, y que universalizan el fenómeno mafioso en una inquietante moralidad de uso global. Saviano no pierde por ello capacidad metafórica reflexiva sobre las circunstancias en que debe sobrellevarse una vida, en este caso la del muchacho nacido en una rutina del horror, y consigue equilibrio entre el drama personal interiorizado, la descripción física e impactante de ambientes, y es especialmente brillante (por novedoso) en la minuciosidad del detalle económicolaboral en que la Camorra se convierte en negocio. Aquello que podría ser la sentencia analítica de un juez descubriendo cómo el sur de Italia es una floreciente máquina de hacer pasta, Saviano lo complementa con la tragedia de la cotidianeidad de la prevalencia del terror, consiguiendo sus objetivos con el cruce de géneros literarios que utiliza. 

Gomorra, el libro, puede que no alcance las virtudes que la película atesoraba al desacreditar visualmente los efectos de este negocio, que no permiten disfrutar de la vida ni a sus gerentes ni a sus peones, pero es indudable que Gomorra nunca será una creación, literaria y/o cinematográfica, citada como modelo por aspirante a gángster alguno, como modo de vida o como exaltación trágica de valores tal vez pervertidos (la virilidad, la familia, el honor) pero supuestamente valores a pesar de todo. Este desenmascaramiento, este grito que afirma de manera cruda que en efecto el crimen no paga, es un peculiar triunfo sobre todo lo escrito y rodado sobre la Mafia, completa un círculo irónico sobre el origen y la estilización fantasiosa del crimen, y sería un punto de inicio de una reflexión tan interesante como peligrosa sobre los efectos del torrente de ficción audiovisual en que vivimos en la realidad. Y al revés.

Sobre Los Soprano y, en parte, su relación con Gomorra escribí también aquí


Roberto Saviano (vía)

1 de octubre de 2013

Misterio, emoción y riesgo



Uno de los aspectos relevantes del lado hedonista de Fernando Savater es su gusto por los libros y películas de aventuras. Este libro, Misterio, emoción y riesgo es una recopilación de sus artículos críticos, filosóficos y sentimentales sobre los autores, y obras de género más relevantes en su vida y gusto, sin pretender una visión exhuastiva o analítica más allá del disfrute y el gozo que Savater practica y propone por el género.

Robert Louis Stevenson (vía)

La colección no se señala claramente: los artículos no están fechados y no se clasifican cronológicamente, sino temáticamente. Sólo una pequeña nota en la información editorial lo indica, con la extrañeza que supone descubrir en la lectura que a veces el autor escribe en 1980 y a veces en 2005. Los textos no se han aparentemente releído y corregido, de modo que se obviasen repeticiones en el tono y en el discurso. Así, el lector encuentra en un porcentaje elevado de textos las mismas consideraciones críticas, entre las que destaca su aversión hacia la crítica oficial, la que considera literatura y cinematografía menores al género de aventuras, al que reiteradamente califica de pelmazos, mientras su libro repite y repita con una obsesión y coherencia constantes ese carácter siempre en los demás… Esta falta de edición se observa también en la repetición de algunos de los análisis, lo cual quita ligereza al libro.

Agatha Christie (vía)

Curiosamente, podemos decir que los gustos de Savater, a pesar de reivindicar la literatura especialmente de género despreciada por la crítica, son bastante canónicos. Los textos más extensos se los llevan autores como Stevenson, Conan Doyle, Verne, Poe, Tolkien o Wells, revelando un peculiar sesgo populista y poco indagador. O simplemente un carácter alimenticio en sus artículos a lo largo de la vida, que todo es posible.

Arthur Conan Doyle (vía)

En el lado positivo de la balanza, es indudable que Savater combina su placer personal de lector arrebatado con una prosa limpiamente pedagógica y un análisis brillante en aspectos literarios y sociales de las obras que explica, en una visión que comparto al intentar hablar de aquellos libros que nos acompañan en la vida. Su eclecticismo y falta de pretensiones hacen de Misterio, emoción y riesgo un libro simpático, cercano, y en el que se producen algunos descubrimientos de obras nuevas que llevarse a leer a… una isla desierta, cómo no.

Fernando Savater por Gonzalo Merat (vía)