28 de noviembre de 2013

El vaquero antes de la contracultura

Reseña previamente publicada en la revista cultural Factor Crítico


Vengan a sentarse
que les voy a contar
la historia de un vaquero
y su destino fatal

La edición por primera vez en castellano de La banda de la tenaza (el libro más conocido de Edward Abbey, que ya reseñamos aquí) fue una excelente noticia literaria –casi diría que política, si la literatura fuera relevante a corto plazo- y entiendo que comercial, pues ya tenemos también en Berenice su anterior novela El vaquero indomable, traducida otra vez por Juan Bonilla, en solitario en esta ocasión. Aunque no tiene la fama de La banda de la tenaza, El vaquero indomable es también un libro conocido, que se adaptó al cine  como Lonely Are the Brave (Los valientes andan solos), un estupendo western dirigido por David Miller, escrito por Dalton Trumbo, e interpretado por Kirk Douglas.


Jack Burns, que en 1955 intenta aún vivir como un vaquero de verdad, deambulando con su yegua Whisky, alejado de las ciudades y las carreteras, regresa a Duke City para ayudar a su amigo Paul Bondi, un escritor con quien comparte un pasado libertario y que está en la cárcel por desobediencia. Burns visita a la mujer de Bondi, compra unas limas, y consigue entrar en la cárcel y contactar con su amigo…

El vaquero Jack Burns es un personaje fuera de su tiempo, un habitante de fronteras que ya no existen, extraño a la civilización como la conocemos, de ingenuidad, sabiduría y generosidad puras y primigenias, conectado con una naturaleza que le recoge y arropa. La prosa metafórica de Abbey dedica pasión a esta naturaleza, llena de imágenes luminosas y sensuales, que hacen que los capítulos en que Burns vaga por los peñascos, arroyos y cañones sean bellísimos, de una comunión casi mística con lo natural, pero sin modismos bobalicones ni hacer de esto un new-age malickiano. Sin embargo, cuando Burns se acerca a la civilización, sea ésta más amable como la casa en que viven la mujer y el hijo de Bondi o más dura como la prisión del condado, el estilo también se tensa, y la incomodidad del personaje fuera de su entorno se transmite al relato: el caballo que no quiere pisar el asfalto, el bar en que tan sencillo es iniciar una pelea, la cárcel donde ser torturado es una costumbre…

Edward Abbey debió ser un tipo socarrón que dotaba a sus héroes del quijotismo condenado al fracaso en la lucha contra las máquinas y la modernidad, propiciadas por un Estado arrollador del que, en este caso, se salva un sheriff paternalista. Apenas tres o cuatro momentos de humor magníficamente dosificados y un templado reparto de los escenarios y personajes revelan una estructura hábil y rica en sentidos literarios y narrativos para los personajes principales. Quizá la historia del camionero (el forastero) que se alterna con el resto de la historia central del libro sin apenas relación, resulta en exceso determinista, para justificar un final que años después supo muy sabiamente modificar en La banda de la tenaza. Frente a este, El vaquero indomable tiene lecturas política y contracultural más desencantadas, probablemente también porque las circunstancias históricas en los 50 y los 70 también eran distintas, a pesar de la coherencia indudable del pensamiento de Abbey.
El vaquero indomable es otro estupendo libro contracorriente, aparentemente una historia sencilla de una ligereza inicialmente adorable, que encierra, en el año de su escritura, un edificio histórico-moral a punto de revelarse.

Edward Abbey (vía)


18 de noviembre de 2013

Energía


Solar es la novela  de Ian McEwan que sigue a On Chesil Beach, la emocionante pequeña pieza que narraba la terrible noche de bodas de una pareja de la reprimida Inglaterra de los 50. Para los lectores Solar es una novela esperada, y para el autor un desafío frente a los excelentes resultados de la anterior.

Solar es la historia de Michael Beard, un físico británico ganador del Nobel a principios de los 70, director de un centro de I+D dedicado a las energías renovables en el Reino Unido. Casado cinco veces, su caótica vida personal se enfrenta a que por primera vez su mujer le es infiel, lo que interfiere seriamente en su trabajo. En ese momento y delante de sus narices sucede un accidente que obliga a Beard a tomar una decisión moral de profundas implicaciones personales y profesionales. La novela relaciona (y retuerce) continuamente ambas facetas de Beard, personal y profesional, usando la física y su belleza determinista como espejo del desastre de alcohol, mujeres, infravivienda y obesidad en que Beard vive, y lo hace en tres momentos temporales, 2000, 2005 y 2009, incorporando banalmente elementos exteriores (desde la recesión económica al triunfo de Obama), localizaciones geográficas significativas en el cambio climático, y llegando a un clímax con la única salida posible, pero sin resolver, al menos, la parte científica de la trama.

Energía solar fotovoltaica (vía)

Michael Beard es un personaje tópico e indefendible, de una psicología muy directa y plana, con varios lugares comunes de reconocimiento demasiado fáciles. McEwan no lo hace potencialmente más interesante y tal vez sólo una radiografía del viejo elefante que vive del éxito pasado, sin ideas, ganas, ni posibilidades de hacer nada nuevo alcanza en algún momento fugaz un halo trágico tanto para el protagonista como para el mundo que le acoge (en este caso, el de la innovación energética y su burbuja de farsantes apenas esbozada por McEwan).

La suma de diseño de estructura y personaje hunden a Solar en el terreno del best-seller convencional del que le sacan a veces los destellos de lucidez de McEwan, cuando Beard reflexiona sobre sí mismo y su brillante pasado, o la integración de las explicaciones físicas de la trama, y como lector me ha dejado profundamente indiferente, aunque por supuesto, se siga y se consuma sin desagrado.

Ian McEwan, fotografiado por Philip Hollis (vía)




9 de noviembre de 2013

El bilbaíno de la trágica figura



En un pasado busqué este libro sin éxito, pero verlo mencionado muy explícitamente en ¿Somos como moros en la niebla? me lo trajo de nuevo a la mente. Miguel de Unamuno es una de las figuras más mencionadas en elensayo de Sarrionaindía, y Paz en la guerra, en concreto, aparece recurrentemente por ser una de las narraciones básicas de la Tercera GuerraCarlista (aunque sólo segunda en el País Vasco, 1872-1876), del sitio de Bilbao, y por traer a primera línea el pensamiento de Unamuno sobre los conflictos bélicos en general y sobre las tensiones del País Vasco del siglo XIX en particular. Incluso hoy, como dice Pablo MartínezZarracina, Unamuno sigue en buena forma…

Plaza Miguel de Unamuno, en el Casco Viejo de Bilbao (vía)


Paz en la guerra se publica en 1897, con casi todo el siglo haciendo sombra, el PNV recién creado y Cuba y Filipinas cerca del desastre. Unamuno es aún un escritor apegado a su Bilbao natal. En la novela cuenta la historia de un hombre del campo que es comerciante chocolatero en Bilbao. De joven, hace la guerra en el bando de Don Carlos y contra el nombramiento de Isabel II como reina durante la I Guerra Carlista. Al acabar esa guerra tras el abrazo de Bergara regresa a Bilbao, se casa, y tiene un hijo, Ignacio, quien combatirá por el mismo bando carlista casi 40 años más tarde. Al llegar al sitio de Bilbao, Unamuno hace una jugada literaria efectiva: en vez de seguir al soldado Ignacio como ha hecho en casi todo el relato, la acción se centra en la ciudad sitiada, en su rutina diaria de bombardeo y racionamiento, y en la obstinada resistencia liberal de la villa, cuyo asedio roto supuso el inicio de la derrota carlista.

Instituto Miguel de Unamuno, de Bilbao (foto de Mitxel Atrio, vía)

Unamuno comprende la guerra. El mismo título lo indica: la guerra es un estado necesario para disponer de tiempos de paz. Qué duda cabe de que en su entendimiento intelectual de la misma hay aún una parte de visión romántica del acto bélico, marcada por unos valores que culturalmente se hunden en la Historia de Occidente, y que obviamente acabaron en el siglo XX, cuyo afán documentador destrozó esa visión. En Paz en la guerra, Unamuno describe y emite juicios pero no se decanta distintivamente por un bando. Al carlismo mitificado, que propone fueros ancestrales y una vida conectada con ritos generacionales, le da una alegría despreocupada y un vivir en las tradiciones por el cual siente respecto. Al liberalismo le concede valor, resistencia, la fuerza del esfuerzo comercial, y el progreso que ha traído al país. Sus bilbaínos asediados se ganan sus simpatías, pero no por ello critica a los muchachos de bien que luchan por el nuevo Don Carlos y en contra de Amadeo de Saboya, de la I República, o de Alfonso XII.

Busto de Miguel de Unamuno en el barrio de Deusto (vía)

La carga histórica del libro, debo reconocerlo, se me ha hecho pesada. En boca de todos los personajes están los generales, muchísimos, de los dos ejércitos protagonistas de las dos guerras implicada y de la paz entre ellas, con una familiaridad hoy perdida, y en las que apenas consigo situar algunos de los nombres (Prim, Concha, Espartero, Serrano, Zumalacárregui…). Por contra, la trama centrada en la propia ciudad da una familiaridad extrañaen literatura, pero adorable para el lector bilbaíno. La prosa de Unamuno es fresca y florida, con maestría completa sobre el diálogo y la descripción matizada, y un dominio literario asombroso de la lengua. Es un libro largo, pero también adictivo por su prosa certera y ágil, con un ritmo narrativo que los autores del 98 compartían a menudo, e intencionadamente estructurado y resuelto.

Placa en la casa donde nació Miguel de Unamuno, en la calle Ronda del Casco Viejo (vía)

Paz en la guerra es un libro que proyecta también una sombra sobre su futuro. Desconozco su influencia real, pero ahora no es, ciertamente, el libro más conocido de Unamuno. Pero los hechos narrados y el tono empleado van adelantando las posturas futuras de un intelectual apasionado e intransigente, que luchó por frenar el progreso posible del euskera y acabó viviendo trágicamente en sí mismo la falsedad de la propuesta que con el título de este libro, basado en la ciudad que le vio nacer y a las que dedicó prosa y verso inmejorables, lanzó al mundo.

Un joven Miguel de Unamuno, todavía lejos de su icónica barba canosa (vía)