8 de abril de 2014

El reescritor


Karoo es una novela de 1998 (de producción anterior, pues su autor murió en 1996), que ha sido traducida al castellano en 2013 y que no conoció distribución internacional en su día a pesar de las críticas excelentes que recibió.

Se trata de un libro mimetizable en una corriente novelística anglosajona que retrata personajes maduros, casi siempre profesionales de éxito, en pleno desconcierto familiar, cuyos altibajos vitales son el punto de partida para una radiografía postcínica de la modernidad, con uso de ironía y un reflejo de la psicología en fuga de lo masculino del mundo actual. Casi invariablemente aparece una mujer joven y determinada forma de folletín. Sin ser lector exhuastivo de novela de este tipo, no es difícil dar ejemplos de este mismo blog: Solar, de Ian McEwan; Diario de un mal año, de J.M. Coetzee, El legado de Humboldt, de Saul Bellow. Y si pensamos en vacas sagradas como Updike o Roth encontraremos más y más ejemplos. Cmo puede verse, casi todos estos autores juegan, o han jugado, en primera división.

No desprecio el subgénero, que tiene variantes maravillosas (pensemos por ejemplo en Richard Ford), pero jugar en terreno tan trillado y pelín ególatra de escritor maduro y autoproclamado persona-de-interés-general tiene peligros. Steve Tesich murió joven (53 años), y su protagonista (Saul Karoo) es un prototipo: separado de su mujer, con un hijo adoptado con quien no quiere relacionarse, es un escritor de guiones de cine para las grandes productoras de Hollywood, que le llaman para modificar guiones que piensan que no funcionarán, o para reeditar películas ya terminadas. Afectado por la imposibilidad de emborracharse a pesar de beber como un cosaco, y plenamente consciente de lo canallesco hacia la profesión artística de su particular trabajo, Karoo pasa la vida en egoísmo continuo sumado a las perplejidades de su edad y trabajo. Hasta que su productor preferido le encarga reeditar la última película de un viejo maestro moribundo para que la reedite. El vídeo le trae dos revelaciones: saber que tendrá que destrozar una obra maestra, y descubrir en la cinta un personaje inesperado de su pasado.

La novela sale entonces del círculo de la ciudad de Nueva York en que se desenvolvía con naturalidad y se convierte en una peripecia que busca razón de ser en la evolución del personaje, pero alargando sus circunstancias de manera obvia hasta terminar en un incomprensible capítulo de mitología griega más aburrido que marciano (que lo es bastante). De la cierta precisión humorística del principio, con sus apreciaciones sociales del NYC snob de los noventa, se pasa a un desconcierto de personajes y situaciones, y a la aparición de subrayados (como explicitar que Karoo es consciente de hacer con la vida de los demás lo que hace con los guiones de los demás) que le restan claros logros al libro. Tal vez este volumen publicado póstumamente fue poco trabajado por su autor en su tercera parte, y hubiese necesitado más tiempo para reeditarlo y conseguir el buen libro que anuncia su inicio y que se encuentra agazapado. O, más irónicamente, tal vez hubiera necesitado un reescritor que le echara un ojo al texto y cambiara todo aquello que no funciona...

Steve Tesich (fotografiado por Dejan Stojanovic, vía


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