8 de junio de 2015

Meditaciones en el desierto



Gaziel fue el director de La Vanguardia antes de la Guerra Civil. Se exilió durante la guerra pero volvió a España después, se instaló en Madrid, y allí escribió este diario de anotaciones, a medias entre la opinión, el artículo periodístico, el ensayo histórico, y la divagación personal. Escrito, y fechado claramente en cada una de sus entradas, de 1946 a 1953, Gaziel describe los cambios y no-cambios en la política española desde el final de la II Guerra Mundial hasta las firmas de los acuerdos con los EE.UU. y el Vaticano que ponían a España en el mapa occidental de la segunda mitad del siglo XX y rompían su aislamiento tras la guerra.

Parte de Guerra en que Franco comunica el fin de la guerra.

Gaziel fue neutral durante la guerra. Consideraba que fue un conflicto entre fanáticos comunistoides que se habían apoderado de la República y fanáticos fascistoides que utilizaron un ejército necesitado de acción tras sus desastres coloniales (una idea en la que por cierto coincide con el más sentimental Joseba Sarrionaindía). Culpaba a la burguesía española de no haberse implicado en la República y haberla dejado así arrastrarse al abismo, impidiendo que las ideas liberales pudieran alentar la presencia de una democracia duradera en España. Y culpaba a las democracias occidentales, fundamentalmente a Inglaterra y luego a EE.UU., de la política de no intervención que no quiso involucrarse en la guerra, ni derrocar a Franco tras la caída de los fascismos europeos. Creía que ambas sometieron a una traición completa al pueblo español. Y no es la única: está la de los grandes empresarios y políticos catalanes que financiaron y ayudaron al franquismo, la de los grandes intelectuales del régimen como Ortega o Marañón… desde luego, Franco y su régimen son el mayor traidor. Las poderosas razones de cada uno para ejecutar el sueño de la libertad están bien explicados, de manera reiterada sobre todo los primeros años del diario, por alguien que como Gaziel lo vivió de cerca.

Franco en Eibar, de paisano en 1949 (vía)

Una nube negra de pesimismo total y una falta absoluta de confianza sobrevuelan este libro. A los pesares esperables de cualquier postguerra (aunque Gaziel se libró de los económicos) se añade la desesperación por el posible futuro de España tras la caída futura de Franco, que Gaziel no llegó a vivir y menos a imaginar. Gaziel además también llora por Cataluña, en cuya primera generación de nacionalismo moderno se educó, y del que lamenta no poder librarse para así no vivir la tragedia interior que le supone verla degradada por sí misma y por España, en un discurso que parece mirar al presente:

Pero nosotros –quiero decir los jóvenes de mi generación- éramos otra cosa (…). Nosotros nacimos con las primeras luces del catalanismo político, en el principio del gran espejismo de la nacionalidad catalana. Conocimos de cerca –en aquellos años de juventud fervorosa que no se olvidan nunca y marcan para siempre- a los grandes patriarcas del catalanismo literario, viejos y con un aura de gloria. Nosotros creímos a ciegas en aquello de la superioridad de los catalanes sobre los demás pueblos de España, basada en nuestro mayor europeísmo; y teníamos una fe absoluta en que crearíamos una patria nueva, una España nueva (la de Joan Maragall), y conseguiríamos regenerar la caduca y decrépita, la africana y escéptica, la de la catástrofe de 1898, o hacer que Cataluña rompiese con ella, para salvarse, antes de que llegara el naufragio total. (7 de octubre de 1949)
No me apasiona la escritura de Gaziel como la de otros periodistas coetáneos suyos (Eugenio Xammar, Manuel Chaves Nogales…), aunque es cierto que sabía que la publicación de estas meditaciones no era posible y posiblemente no editara y sobre todo depurara de la carga personal de dolor y reiteración que lleva el texto, además del hecho de ser un texto traducido del catalán. Le veo lúcido en muchas de sus opiniones, considerando que no debía tener demasiado acceso a prensa libre. Es desde luego un ejemplo claro de intelectual machacado por la política y por la historia, que tras diez años de guerras y horrores y en una situación de dictadura militar no puede sino caer en la negritud, agrandada aquí por el caínismo y la falta de preparación total que veía en todos los estamentos y clases del país.

Barcelona, Semana Santa de 1950 (vía)

Sumo este libro a la continua penetración de libros sobre la historia del siglo XX español en mis lecturas y que me atraen sobremanera (aquí con la falange y su historia, aquí con Eduardo Mendoza, aquí con la censura de la novela durante el franquismo, aquí con una de esas novelas censuradas…) Y supongo que continuaré, parece inevitable que me atraiga la historia de años en ocasiones tan oscuros que desde tantos puntos de vista me muestran lo que también soy y el lugar del que vengo. A ser posible desde fuentes originales, de maestros que estuvieron allí y lo contaron.


Agustí Calvet, Gaziel (vía)

2 comentarios:

  1. Interesante libro. Y la cuestión catalana sigue igual. Aunque Cataluña no sea la misma, ni España tan decrépita y subdesarrollada.

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  2. Gracias, hermana. Te lo llevaría, pero este lo saqué de la biblioteca...

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