18 de diciembre de 2015

La ética es ineliminable


Esta obviedad es mencionada por José Luis López Aranguren en este libro, augurando que nunca seremos capaces de vivir en una sociedad sin problemas morales. Para Aranguren no es fácil conciliar el mundo de la teoría que suponen los condicionantes éticos y el mundo práctico de la política real. Uno puede situarse en posiciones extremas al respecto: no querer participar en política por sentirla éticamente inaceptable –esto Aranguren lo ve como una desgraciada falta de cumplimiento de obligaciones del ciudadano demócrata, y lo achaca a posiciones burguesas o anarquistas-; o adoptar posturas de realismo político que ven la práctica política como un conjunto de soluciones técnicas no necesariamente opuestas a la ética, pero en la que esta no tiene por qué participar (es interesante cómo compara la ética personal frente a la colectiva en algunos casos, o cómo muchos países practican este realismo político en su política internacional pero no en la nacional, con su pueblo aceptándolo sin problemas). El punto medio, afirmar ambas cosas a la vez, es finalmente vivido por el protagonista que lo intenta como una imposibilidad trágica, o como un drama moral…

(vía)

Ética y Política es un libro excelentemente escrito, claramente expositivo, con cierto carácter divulgativo que efectúa un repaso a las políticas y pensamientos que durante los siglos XVIII y XIX cambiaron los regímenes políticos en busca de edificios más justos, que disecciona las éticas individuales y colectivas, la relación entre ellas, y por qué determinados movimientos políticoeconómicos, antes filosóficos, los impusieron. Contiene capítulos magníficos para explicar por ejemplo en un contexto histórico (la Ilustración) el desarrollo de las soluciones técnicas de la división de poderes como herramienta para que el ejercicio político fuese más justo, o la necesidad de convertir al ciudadano en soberano (y su participación continua) para que una democracia sea digna de ese nombre, mostrando a la vez cómo concepciones directamente políticas o la potenciación de la moral individual pueden contribuir a un mundo mejor. O por ejemplo la evolución de la participación individual en la política en fases revolucionarias, democráticas o dictatoriales. El libro pasa por Marx, Hegel, Montesquieu, Rousseau o Sartre, como figuras que estudiaron o propusieron concepciones que implicaban una visión determinada de la ética en la práctica política.

Recuerdo mucho a Aranguren de sus múltiples apariciones mediáticas durante los años ochenta. Su historia era polémica porque pasó de intelectual falangista y cristiano a catedrático que protestaba contra el régimen, y a figura de la democracia y la filosofía en la transición. Tuvo en su día que dejar su cátedra, pero vivió un gran reconocimiento en sus últimos años. Este libro, que he disfrutado pero no subrayado como habría querido (porque no es mío) tiene más virtudes académicas que realmente algo que pudiera llamar pensamiento propio. Aranguren es claramente no marxista (los argumentos dedicados a su ética colectiva son contundentes), utiliza elementos cristianos en algunos argumentos pero sin subrayar su preeminencia, y defiende lo que hoy llamaríamos empoderamiento del ciudadano individual para apuntalar una política más justa y verazmente democrática. Ninguna de estas ideas es especialmente original o distinta, creo, pero su expresión y desarrollo son adecuados también para nuestros tiempos.

José Luis López Aranguren, por Jesús Ciscar (vía)

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