8 de diciembre de 2015

Lobo


Qué bonita es Colmillo Blanco, la breve novela tan exitosa de Jack London, en la que cuenta la vida de un lobo desde que sus padres se conocen en una hambruna en el Yukon hasta que es domesticado en una casa de buena familia en California. Y eso que en el fondo la podemos considerar una novela de tesis, un canto a la civilización y sus valores (aquellos que se denuestan hasta que faltan) y una excelente dramatización de la necesidad de dominar la naturaleza mediante la inteligencia para la supervivencia, un discurso propio del positivismo científico del cambio de siglo (XIX-XX), que hoy está en obvia reconsideración por la situación medioambiental. Fue casi compulsivo comprobar tras los primeros capítulos que en efecto la propia infancia y juventud de Jack London fueron un viaje hacia su propia doma como individuo.

Adaptación de Colmillo Blanco de 1991, por Randal Kleiser, con Ethan Hawke (vía)

Jack London consigue un extraño equilibrio con el punto de vista en la novela. Su protagonista es un animal inteligente que aprende del entorno, que califica con sencillez primitiva los elementos que lo conforman, y que actúa de acuerdo a su instinto y su ansia de vivir. Pero a pesar de la cercanía a este protagonista, para el que London utiliza frases simples y directas que encadena con un ritmo endiablado lleno de experiencias sensoriales y conexiones psicológicas directas, el lenguaje es humano, y la atribución de cualidades humanas se realiza desde un narrador que a veces recuerda que habla de un animal que no puede entender todo. Hay también un retrato directo de la sociedad norteamericana de la época; una sociedad en la que London alterna justicia y crueldad como modelos de educación hacia la criatura, entre los que esta debe decidir en su búsqueda del mejor camino.

No hay aventura sin sentido moral, decía Fernando Savater en su libro, y Colmillo blanco encaja bien en esa descripción. Aunque por encima de estas consideraciones, el entusiasmo narrativo del autor, la connivencia con la psicología pura y salvaje de su protagonista, y la inmersión profunda en el entorno natural despiertan en el lector de London el mecanismo de identificación con una eficacia que no recordaba hacía tiempo. Este es un libro maravilloso.

Jack London (vía)



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