12 de noviembre de 2016

Kew


A veces, cuando visito una exposición o un monumento determinado, y sé que las fotos no me lo traerán de veras al recuerdo, intento comprar, si merece la pena, un libro de la Gift Shop del mismo, que con el tiempo y la lectura me recuerden la experiencia estética, y que además, de por sí, puedan merecer la pena. Me es más relevante, porque ya la memoria no puede con todo, y porque creo que con los años, siendo parte ya de una audiencia más trabajada, los impactos parecen durar menos.

Palm House es la principal instalación botánica del parque (vía)

Kew Gardens es el parque jardín botánico nacional británico. Está situado a las afueras de Londres, camino de Heathrow, y es un lugar inmenso que incluye pequeños palacetes, construcciones ornamentales, un jardín botánico en sí, un pequeño museo dedicado a reproducciones modernas y clásicas (fascinantes) de fauna, algunas instalaciones modernas, un bosque aparentemente asilvestrado, etc… Nunca había estado en ellos hasta este año, era siempre una visita postergada, pero por fin se dio una serie de circunstancias favorables, entre la que el clima fue una, la disponibilidad de un día fue otra. A la salida me enamoré de este pequeño volumen que reproduce uno de los primeros libros escritos sobre Kew, a principios del siglo XX, con ilustraciones clásicas a cargo de Edward Bawden, y que incluye también una historia de la formación y cuidados de los jardines, no siempre modélicos, desde que en el siglo XVIII se empezaron a diseñar con las acciones inmobiliaria y botánica de la familia real. Kew es conocido ya en aquellos tiempos por la presencia del rey Jorge III, que lo utilizaba para descansar de su locura, y su abundante familia, caricaturizada hasta el infinito.


Estas caricaturas (algunas expuestas en Kew Palace, las hay también abundantes en algunas exposiciones en Bath), el facsímil de la obra original, las adorables reproducciones naif del libro, o los pósters que invitaban a la población a acercarse a los jardines, adornan un texto histórico que recuerda algunas instalaciones ya perdidas y otras aún en pie. El volumen no es crítico sino que forma parte de la sólida (en todos los sentidos) tradición británica de celebración irónica de lo institucional, acorde posiblemente con el origen georgiano del parque. El disfrute es casi exclusivo para los visitantes que, como yo, tal vez por la perfección del día y ánimo, hayan tenido su pequeño Stendahl un día, en Londres, en el parque. Y demuestra que no soy el único.

Edward Bawden, por Howard Coster (vía)

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