15 de enero de 2018

El extraterrestre


 

 


David Bowie protagonizó en 1976 la película El hombre que cayó en la Tierra, basada en este libro que en la reedición de la Editorial Contra aprovecha la imagen de Bowie para ilustrar portada, contraportada y sobrecubierta. Nicolas Roeg sin duda le escogió porque entonces no había actor con aspecto y maneras más extraterrestres. Bueno, Bowie apenas había interpretado vídeos entonces, este fue su primer papel en un largo, fue un protagonista, y abrió una peculiar carrera de actor que nunca despegó del todo. Que Bowie parezca –aún- un ser de otro planeta es tal vez algo tópico, pero seguramente gracias a las numerosas fotos de Bowie recordamos aún una buena cantidad de imágenes de esta película. No obstante, el autor de la novela, Walter Tevis, escribió nada menos que las novelas en que se basan El buscavidas y El color del dinero.

 

Vi la película joven y la recuerdo vagamente como algo larga y premiosa, lo cual me despertaba poca confianza en el libro (conseguido gracias a @rosaborgeb). Pero, ¡oh, sorpresa!, a pesar de su protagonista lánguido, débil y enfermizo, la novela es dinámica y maneja muy bien el ritmo y las elipsis, que son abundantes al inicio y hacen avanzar rápido la acción, pero que desaparecen al final, cuando ya tenemos una conexión emocional con el protagonista. La metáfora es clara desde el título, se trata de un hombre caído a la tierra, y como tal recuerda al ángel caído en desgracia por un lado, y por otro anticipa el trato que los terráqueos dispensamos a los extraños. El argumento parecería algo más habitual unas décadas antes: extraterrestres que nos observan y disponen de tecnologías más avanzadas acuden a la Tierra ante la alarmante carrera armamentística capaz de destruir el planeta para advertirnos de que debemos frenar nuestras luchas fratricidas y buscar la paz. La advertencia ante los peligros de la Guerra Fría en la era nuclear era el mensaje principal. El hombre que cayó en la Tierra, de todos modos, no es altruista: en su planeta hay una situación terminal, sus congéneres se mueren, y él ha sido enviado a la Tierra utilizando los últimos recursos disponibles para luego poder organizar un rescate. Una vez en la Tierra, el protagonista, de aspecto humanoide, hace algo muy lógico: forrarse gracias a su conocimiento más avanzado para financiar la construcción de un ingenio espacial que pueda rescatar a su especie. Pero no considera todas las fuerzas de la especie humana y el gobierno estadounidense acaba interviniendo…

 

La novela transmite bien la sensación de extrañeza que el extraterrestre tiene en la Tierra, y sus sensaciones físicas son vívidas, y, aunque mantenga una cierta distancia, crea un vínculo con el protagonista gracias a la extremada educación de éste, su comprensión ante los problemas de los humanos con que se cruza, y el profundo pesimismo compartido entre autor y protagonista sobre el futuro inevitable de nuestra especie, que es la idea principal del libro, ante el que las mentes más brillantes no pueden luchar: la impotencia ante el entorno es uno de los temas del libro. Mantiene además un grado de ternura en una pareja de secundarios que Bowie encuentra y contrata en su camino en la Tierra. ¿He dicho Bowie? Es que… ¡observad las fotos, observad!


 Walter Tevis (vía)